Quien no sepa mirar mi rostro

Ya no escondo la herida tras la risa, ni me disculpo por llorar en voz baja. No le debo a nadie las formas de mi rostro, ni mi voz temblorosa, ni mis pausas sagradas. Fui niño invisible en casa de espejos rotos, fui joven que callaba para no molestar, fui hombre que aprendió a decir “basta” con la voz que temblaba… pero se atrevía a hablar. Ahora camino sin miedo a mi sombra, con un jardín en el pecho que cuido sin prisa. No estoy para quien solo sabe mirar cuando brillo —y no cuando duelen mis orillas. He aprendido a mirarme con ternura, a nombrarme sin culpa, a quererme sin permiso. Y si no sabes mirar mi rostro con amor, entonces no mereces volver a verlo. Porque no soy para ser juzgado en silencio, ni un retrato para halagos a destiempo. Soy presencia viva, risa imperfecta, poesía que se planta firme en el viento.


                                         Raúl Hidalgo N. 2025


Comentarios